Foto: Patricia Domínguez
Iniciamos nueva temporada con la última noche de la Feria de Almería 2025. El Área de Cultura del Ayuntamiento de Almería se guardaba un as bajo la manga. El Recinto de Conciertos esperaba con expectación el regreso de Leiva, que aterrizó con su gira "Gigante" acompañado por la “Leiband”, una banda de lujo y un arsenal de canciones que ya son patrimonio emocional de varias generaciones. Antes, los malagueños Sarria abrieron la noche demostrando que su nombre empieza a sonar cada vez más fuerte en el panorama. Rock de corte clásico, guitarras con pegada y una actitud que recuerda a los inicios de muchas grandes bandas. Leiva no ha dudado en cederles un lugar en la gira.
Foto: Patricia Domínguez
La aparición del madrileño estuvo precedida de la ya típica cuenta atrás. Y ahí estaba: sombrero, camisa elegante, guitarras preparadas y esa sonrisa que siempre juega entre la timidez y la picardía. “Seguimos poniéndonos nerviosos cada vez que subimos aquí arriba”, confesaba, agradeciendo a todo el público la compra de entradas. Leiva dejó claro que no ha olvidado de dónde viene. Y como guiño personal, comentaba que lleva ya muchos años viniendo a bañarse a las recónditas playas del Parque Natural Cabo de Gata.
Encima del escenario, ocho músicos de renombre desplegaron un directo redondo y arrollador. La sección de vientos fue, sin duda, la más bailonga de la noche: saltos, coreografías improvisadas y un groove que transformaba cada estribillo en una fiesta. A su lado, el inseparable Juanchito (Juancho Sidecars) aportó complicidad fraterna, mientras que la batería de José Bruno marcaba un pulso demoledor. Guitarras con slide, coros envolventes, todo sonaba en bloque, preciso y brutalmente vivo.
Foto: Patricia Domínguez
El repertorio arrancó fuerte con “Bajo presión”, “La lluvia en los zapatos” y “Gigante”, confirmando desde el principio que la noche iba a ser un viaje de energía sin respiro. Hubo espacio para la crudeza de “Terriblemente cruel”, los matices de “Superpoderes” o la confesional “Sincericidio”, siempre coreadas por un público entregado de principio a fin. En “Ángulo muerto”, Leiva aprovechó para aludir con naturalidad a su ojo de cristal, recordando la cicatriz de infancia que convirtió en canción: un ejemplo de cómo convierte su historia en sentimiento compartido.
Otro de los momentos de la noche, llegó cuando pidió permiso al público para saltarse el guion y tocar “You Never Can Tell” de Chuck Berry, en su versión española “¿Quién lo iba a suponer?”, la misma que suelen tocar en las pruebas de sonido. Un tema para bailar, con el que disfruta desde su infancia y del que comentó: “qué gusto da tocar esto en tiempos de reguetón”. La pista lo entendió al vuelo: el recinto se convirtió en pista de baile improvisada a lo Pulp Fiction.
Foto: Patricia Domínguez
También hubo espacio para la nostalgia con los clásicos de Pereza: en “Como lo tienes tú”, los coros derivaron en un épico “Hey Jude” beatlemaniaco, mientras que en “Estrella Polar” un lapsus de letra con total desparpajo y naturalidad, hicieron del momento un acto anecdótico sin importancia en el que el público fue su mejor aliado.
Y la guinda llegó con “Lady Madrid”, en el que Leiva invitó al escenario a Nacho Sarria, con quien confesó sentir “un respeto y un cariño enorme”, destacando que el joven malagueño ya se está haciendo un nombre en el circuito de salas. Fue una conexión generacional que dio aún más sentido a la noche.
El ritual de los bises llegó tras un breve adiós. Regresaron con “Caída libre” (esa gema compartida con Robe), siguieron con “Como si fueras a morir mañana”, un canto de intensidad vital que ya es bandera, y cerraron con “Princesas”, ese tema de Pereza que nunca fue de sus favoritos, pero que ha recuperado para hacer del final una unión de gargantas en un coro atronador.
Foto: Patricia Domínguez
Antes de despedirse, Leiva presentó uno a uno a los músicos y volvió a agradecer la entrega de Almería: “nos vemos siempre que queráis”, a lo que el público respondió con ovación y promesa de eterno regreso.
Un Leiva cercano, honesto, enérgico y respaldado por una banda de élite que hace de cada concierto una celebración del rock en directo. Una noche de nervios, confesiones y canciones que ya son patrimonio emocional. Porque, como él mismo dijo, no se trata de normalizar los grandes recintos, sino de seguir flipando con ellos.
Foto: Patricia Domínguez






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